May 7, 2013

Escribir



A veces cuando escribo y voy a la mitad de algo me doy cuenta de que no es a donde quería llegar. Y lucho contra el instinto de borrar todo. Así le hacia antes, tiraba paginas y paginas llenas de palabras y de tachones. Pero ahora que tomo mas en serio esto de escribir, me gustaría rescatar aquellas historias a la mitad, aquellos personajes que apenas nacieron unos minutos y luego murieron en el fondo de un bote de basura o terminaron como depositarios de un chicle masticado.

A lo mejor ahora podría hacer sentido de ellos, sus vidas y sus historias. A veces me sorprende encontrar el principio de una historia épica como de película en algun escrito viejo que desentierro de algun folder lleno de papeles y que en aquel momento me pareció absurda y cursi. Casi siempre todo lo que escribo me parece cursi. Me doy cuenta de que tenía influencias fuertes como los videojuegos y su manera de contar las historias, me doy cuenta como me influenciaba mucho lo que estaba leyendo y ese estilo de redacción. Tengo un pedacito de una historia que parece sacado del señor de los anillos, no por que se trate de elfos y enanos, si no por la redacción. Ese tono omnisciente que te da la idea de que aparte de que el narrador lo sabe todo, ese todo vendra a patearte en el trasero en algunas paginas. 

Ahora pienso en todos esos mundos que hay en mi cabeza: Hay un lugar donde los perros hablan y tienen familias y problemas de personas, hay un lugar que es exactamente igual a este, pero la magia existe, existe uno en donde se puede viajar a la velocidad de la luz y visitar diferentes planetas; hay otro donde los monstruos son tan reales que habitan con los humanos y no solo eso si no que son casi parecidos a ellos, por lo que nos es muy difícil reconocerlos; hay otro lugar donde los androides con forma humana acaban de ser descubiertos, se puede viajar en el tiempo y la clonación es cosa de todos los días; existe otro lugar donde no pasa el tiempo y todo es como lo recuerdo de cuando era pequeña. En ese lugar vive una muchacha que a pesar de todo lo malo, escoge sonreír todos los días. Y así como en ella, pienso en todos los personajes que viven dentro de mi mente y juegan ahí. Juegan hasta que crecen tanto que tienen que salir al mundo real. Pero como no tienen forma física, toman la forma de las palabras, la forma que yo creo que les doy, pero que en realidad ellos ya tenían y solo me toman prestada para salir.

Creo que eso es algo que nos frustra un poco a los que escribimos. Que tenemos una idea en la mente, y cuando le damos permiso de salir cobra vida propia, y se mueve y se transforma y cambia y perdemos el control. Creemos que somos dioses de nuestra creación, cuando en realidad solo somos uno de esos mil monos con una de esas mil maquinas de escribir.

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